El hachis en las mil y una noches

Durante alguna de Las mil y una noches Sherezada comienza a contarle al sultán la "Historia de los dos consumidores de hachís":

-Debes saber, oh mi señor, que en cierta ciudad vivía un hombre, pescador de oficio, dedicado a comprar hachís ya que, en cuanto concluía sus labores diarias, cambiaba una parte de sus ganancias por provisiones de boca y el resto por aquella hierba de la que se extrae el hachís. Tomaba al día tres raciones de hachís: una por la mañana en ayunas, una al medio día y la otra al ponerse el sol. De este modo transcurría su vida en la disipación y en la extravagancia, lo que no le impedía trabajar en su oficio de pescador...

Cierta tarde, tras tomarse una dosis de hachís más fuerte de lo corriente, encendió una lámpara de sebo y, sentándose ante ella, se puso a hablar consigo mismo, haciéndose las preguntas y dándose las respuestas él mismo, por lo que gozó de todas las delicias del ensueño y del placer tranquilo. Así pasó largo tiempo y no hubiera salido de su sueño maravilloso de no ser por el frío de la noche y la claridad de la luna llena. Entonces se dijo en voz alta:

-¡Oye, la calle está silenciosa, la brisa es suave y la luna invita a pasear para tomar un poco el fresco y ver la cara del mundo, mientras no pasa nadie y no pueden estropear tu placer y tu solitaria alegría!

Así que el pescador salió de su casa para encaminarse a la orilla del mar, donde la noche parecía más iluminada por ser luna llena. El pescador vio sobre el empedrado el reflejo del plateado astro de la noche y lo tomó por el agua, diciéndose en su extravío:

-¡Por Alá, pescador! Ya has llegado a la orilla del agua y estás sólo, pues no se ve ningún pescador, por lo que harás bien en buscar tu caña y pescar lo que te depare la suerte.

La suerte lo lleva a pescar un perro, insultar a unos guardias y ser conducido ante el cadí. "Éste con el permiso de Alá era también muy aficionado al hachís" por lo que terminó hospedando al pescador en su palacio y agasajándolo con su droga favorita. En medio de la fiesta los encontraron el sultán y el visir que paseaban por la ciudad disfrazados de mercaderes. Gracias a un incidente de envergadura, el pescador se hizo pasar por sultán y el cadí por visir. Los auténticos fingieron caer en el engaño, pero al día siguiente mandaron llamar a los impostores para divertirse con ellos. Viéndose descubierto, el cadí cayó de rodillas implorando perdón, mientras el pescador que, a causa del abuso del hachís seguía en estado de delirio, le dijo al sultán:

-¿Y qué? Tú ahora estás en tu palacio, anoche nosotros estábamos en el nuestro.

El sultán muy divertido por el comportamiento del pescador, le dijo:

-¡Oh el más descarado hablador de mi reino, puesto que eres sultán como yo, te pido que de ahora en adelante, me hagas compañía viviendo en mi palacio y, puesto que sabes contar historias, confío en que me deleitarás con alguna!

El pescador contestó:

-¡Con amistoso corazón y como homenaje debido! ¡Pero no lo haré antes de que hayas perdonado a mi visir, que está de rodillas ante ti!

El sultán se apresuró a ordenar al cadí que se levantara, perdonándole su extravagancia de la noche anterior, y le permitió que volviese a su casa y a su trabajo, después de lo cual sólo tuvo ojos para el pescador... (2)

lunes, 16 de junio de 2008

0 Comments: